LA RELIGIÓN COMO INSTITUCIÓN.

·
Un
conjunto de creencias, mitos o mitologías, escritos o no, que contienen la
palabra o revelación de Dios, los dogmas o verdades que hay que creer que se
convierten en credos o profesiones de fe y que más o menos se imponen a la
mente de cada miembro de esa religión.
·
Una
serie de mandatos, leyes o normas
de actuación que pueden ser simplemente rituales o también éticas o morales y
que obligan a los miembros de esa religión. Cada religión determina el propio
código moral según su peculiar forma de unión con lo Sagrado.
·
Ritos, más o menos estereotipados, mediante los cuales el
hombre se relaciona con lo "Sagrado". Aunque los actos principales en
los que se resuelve la relación con lo Sagrado se reducen a la Oración y al
Sacrificio, estos se concretan fundamentalmente en una serie de ritos, ceremonias, actos
externos, más o menos institucionalizados y reglamentados.
·
Un
conjunto de objetos, actos, personas más o menos sacralizados. El número de
los elementos sacralizados por el hombre puede ser ilimitado pudiéndose
destacar la sacralización de la
naturaleza (El Sol, la Luna, las fuerzas naturales), lugares (montañas, ríos, templos...), tiempos o momentos de la vida (orígenes, fechas especiales,
nacimiento, muerte...), objetos
(imágenes, vestiduras, vasijas...), actos,
personas, etc. Entre estas
sacralizaciones cabe destacar a las personas que hacen de mediadores entre el
hombre y lo sagrado como los hechiceros, los chamanes, los brujos, los
sacerdotes.
Estos
mediadores, sobre todo las personas, ayudan a realizar las diversas funciones
de la religión, pero también pueden oscurecer, obstaculizar la religión
personal, la religión como acto para convertirla en una simple institución
rutinaria y burocrática que ahoga a la persona, al individuo en beneficio de la
institución y de los mismos mediadores.
Función de la Religión como institución.
La
institucionalización es una evolución natural de la religión personal al
extenderse al grupo. En este caso es normal la incorporación de elementos
culturales tanto sociales como religiosos.
El hombre es un ser fundamentalmente social por lo que necesita de los demás
para realizarse a sí mismo y, entre otras cosas, realizarse como ser religioso.
Por eso su relación personal con lo Sagrado, con el Misterio, con Dios deviene,
antes o después, en una relación compartida y convivida con el grupo dentro del
cual vive. Entonces la religión, para servir en su función fundamental de
ayudar al hombre y a encontrarse con Dios, cobra unos nuevos matices que,
influidos por la cultura ambiente, determinan el modo concreto de relacionarse
los miembros de ese grupo con Dios. En esta socialización e
institucionalización de la religión ocupa un lugar primordial la acción de los
líderes de dicho grupo religioso, quienes no sólo se convierten en el punto de
atracción para la cristalización del grupo religioso, sino que confieren su
sello o impronta personal de una manera más o menos definitiva y rígida.
La religión, aun teniendo su raíz y su centro en el
reconocimiento por el sujeto de la realidad absolutamente trascendente, no
puede existir de hecho más que concretada en un cuerpo expresivo formado de la
misma materia de la que está formada la existencia humana: pensamiento encarnado,
acción, sentimiento e institución social.[1]
Por
eso la institución debe estar totalmente
orientada al servicio del encuentro personal con Dios y la ayuda a los demás y desaparecer cuando no cumple
esta función o es obstáculo para ello. Entre la religión
institucionalizada y la sociedad en la
que aquella se desarrolla existe una influencia recíproca que actúa, sobre
todo, en los siguientes aspectos:
La religión aporta a la sociedad valores,
costumbres, actitudes, modos de vida. La religión tiene
normalmente una dimensión ética o moral que afecta a la conducta de los
individuos con respecto a su entorno y, sobre todo, en relación con los demás,
esta conducta, que se realiza en una sociedad, lleva consigo un aporte de
valores, costumbres y comportamientos dentro de la sociedad misma.
Da cohesión a esta misma sociedad. La
religión, al compartir con la sociedad los valores subyacentes, aporta cohesión
a la misma. Por otra parte, el carácter sagrado de los valores religiosos
asegura la permanencia de los mismos.”[2]
Al mismo tiempo que la religión actúa sobre la cultura
de la sociedad en que vive, la sociedad lo hace sobre la religión. En efecto, la
religión con sus creencias y modos de considerar el mundo, con sus valores y
sus costumbres influye inexorablemente sobre la sociedad en la que está
inmersa, pero a su vez, la sociedad impone a la religión multitud de elementos
(lenguaje, historia, cultura) que condicionan a la religión.
La religión aporta una visión global de la existencia, en cuanto que
coordina y engloba en su visión todos
los conocimientos y actitudes de esa sociedad o cultura. Mientras que la visión
de la sociedad sobre el mundo que le rodea es inmediata y, más o menos, por
parcelas, la visión religiosa tiende a globalizar tanto lo inmediato entre sí
como con lo Absoluto y trascendente dando un sentido global y total a la
existencia.
Origen de la religión institucionalizada. La religión en su origen temporal es
personal. El encuentro con Dios, esencia de la religión, es un acto, una
realidad que comienza normalmente en el sujeto y desde éste deviene institución por la naturaleza
social de la persona humana.
[1] J. Martín
Velasco. Introducción a la Fenomenología de la Religión. Madrid 1978.
[2] Elizabeth K. Nottingham. Sociología de la
religión. Buenos aires. 1964.
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